PROPUESTA
DE PAZ
DE LOS GOBERNADORES DE LA REGIÓN SUR COLOMBIANA
La
intensificación del conflicto armado nos coloca en
una situación dolorosamente excepcional que cuestiona
nuestra existencia como nación y afecta las bases
mismas de la institucionalidad y de la democracia. Porque
estamos convencidos que este es un camino equivocado que
hará mucho más incierto el inmediato futuro
y porque creemos firmemente que no es a partir de una coyuntura
dramática sino del contexto general del proceso histórico
colombiano que se debe elaborar una propuesta seria de paz,
nos dirigimos a nuestros compatriotas, en esta hora suprema,
para consignar las siguientes reflexiones:
Factores
económicos, sociales, políticos y culturales
determinan el origen del estado de guerra y de las demás
manifestaciones de violencia que aquejan a Colombia. El
logro de la paz implica, en consecuencia, la concertación
de profundas reformas estructurales que establezcan la justicia
social y la vigencia plena de la democracia: Equitativa
distribución de la riqueza, incremento de ofertas
de trabajo, democratización y transparencia en el
manejo de los asuntos del Estado, ejercicio eficiente de
la justicia y racional ordenamiento territorial que conduzca
a la conformación del país como una República
Regional Unitaria, sustentada en la autonomía de
las regiones. A la vez, es necesaria una reforma que transforme
el ejercicio de la acción política del país,
planes de desarrollo que se construyan de manera participativa
y redefinición del Plan Colombia en función
de erradicación manual de cultivos de uso ilícito
concertada con las comunidades, a través de planes
integrales.
El
contenido neoliberal de la estrategia internacional y de
la política interna de los últimos gobiernos
ha desencadenado la actual crisis económica que vive
el país. Esas medidas elevaron el déficit
fiscal y la deuda pública, estimularon la usura,
arruinaron el campo y la pequeña y mediana empresa,
aumentaron el desempleo, concentraron la riqueza, polarizaron
la sociedad, incrementaron la pobreza y la miseria y debilitaron
las funciones sociales del Estado en perjuicio de las necesidades
básicas de la población. Vivimos un explosivo
modelo de exclusión. El servicio de la deuda se sostiene
con grave detrimento de la inversión social y del
desarrollo. La corrupción, la violencia, el centralismo
y el narcotráfico complementan y refuerzan este mapa
de inestabilidad política y de crisis económica
y social.
Nunca
antes habíamos confrontado una situación de
inseguridad e ingobernabilidad como ahora. Este panorama
coloca a los colombianos frente a un dilema: asumimos el
escalamiento del conflicto, como se viene expresando, o
persistimos en la incesante búsqueda de su solución
política. Tomar la decisión de la guerra total
implica aceptar las nefastas consecuencias que produce.
Pues precipitará una situación de atraso social
y absorberá los pocos recursos con que cuenta el
estado. Habrá racionamientos de servicios básicos
y escasez de alimentos y medicamentos. Se incrementará
el desempleo que hoy ronda el 20%. La atención en
salud y la cobertura en educación descenderán
a niveles ya superados. El desplazamiento se aumentaría
no sólo internamente sino hacia otros países.
Los derechos fundamentales, como los de libre circulación
de personas, vehículos y alimentos quedarían
sujetos a decisiones militares y policiales. La guerra total
nos conduce a la destrucción de la infraestructura
nacional y el consecuente declive en la producción
y el consumo interno.
De
nuestra parte, queremos reiterar que los gobernadores de
la región Surcolombiana somos defensores de la solución
política negociada del conflicto. Tenemos claras
las dificultades derivadas de esta iniciativa; pero, asumimos
que es mejor afrontar los tropiezos propios de un proceso
de negociación que aceptar el colapso de nuestro
país frente a una situación de guerra generalizada.
El
clamor, que se escucha en toda la geografía nacional,
de concertar para buscar la paz, exige una respuesta contundente
de aceptación o rechazo de quienes están directamente
enfrentados en la confrontación armada. Si continúan
el secuestro, la toma y destrucción de pueblos, la
exigencia de renuncia a los mandatarios locales y su declaración
de objetivos militares por parte de la guerrilla, es evidente
que no hay voluntad de avanzar hacia un proceso de negociación
en la búsqueda de la paz. Si se entronizan el autoritarismo,
mayor fortalecimiento militar y restricción de libertades
en el ejercicio del gobierno, se estaría también
en la dirección de profundizar el conflicto. Por
eso es urgente que la Nación reciba expresiones claras
de voluntad de las partes en conflicto de caminar hacia
la búsqueda de mecanismos que posibiliten retomar
las negociaciones.
La
actual situación de amenaza a las autoridades locales
expresa una de las más grandes contradicciones de
las FARC, si se tiene en cuenta que ellas contribuyeron
a impulsar la elección popular de alcaldes y que
a pesar de los vicios del sistema político, dicha
institución constituye un importante avance de la
democracia representativa y de la soberanía popular.
Debe quedar clara nuestra inquebrantable intención
de búsqueda del ejercicio pleno de la democracia
y la paz. Ese es el compromiso del proceso sur colombiano.
En
consecuencia, reclamamos de las partes en conflicto deponer
la arrogancia y retomar el camino civilizado de la negociación
política. Invocando los avances y principios de acuerdo
logrados en las pasadas negociaciones, EMPLAZAMOS AL GOBIERNO
NACIONAL Y A LA INURGENCIA a manifestar públicamente
si están dispuestos a continuar la discusión
de los temas centrales contenidos en la Agenda de los Doce
Puntos, en la Declaración de San Francisco de la
Sombra, en la Propuesta de los Notables y en las Conversaciones
de Maguncia y Cuba.
De
ser afirmativa la respuesta de ambas partes, solicitamos,
como consecuencia:
1.
Proceder a la inmediata concertación de un cese bilateral
al fuego y hostilidades por seis (6) meses, prorrogables
por acuerdo de las partes.
2. Que las FARC desistan de la exigencia de renuncias y
de las amenazas o acciones militares contra los servidores
públicos de los entes territoriales y sus familiares.
3. Proceder a la concertación de un acuerdo humanitario
que lleve a la liberación de todos los secuestrados
y de los prisioneros militantes de los grupos insurgentes
que se comprometan con el cese al fuego.
4. Acordar entre el gobierno y la insurgencia una veeduría
internacional que acompañe el cumplimiento de los
acuerdos de tregua y humanitario y las negociaciones de
paz.
5. Para la discusión del contenido de las reformas
estructurales, deberá ampliarse la mesa de negociación
con participación de voceros del movimiento social
-designados democráticamente-, de los gremios empresariales
y de los entes territoriales.
6. Promover la participación y la organización
social por la paz, mediante la realización de Asambleas
Constituyentes Departamentales, en cuyo desarrollo puedan
todos los colombianos, desde sus municipios, discutir y
aportar sobre los contenidos de las reformas estructurales.
7. El Estado debe ejecutar, de inmediato, una política
coherente de sometimiento al paramilitarismo y desmantelamiento
de sus estructuras organizativas.
8. Autorizar, por parte del gobierno nacional y bajo su
coordinación, la realización inmediata de
Diálogos Regionales que permitan el restablecimiento
de la gobernabilidad.
9. El estímulo y acompañamiento a la resistencia
civil y social no violenta contra la exclusión y
la guerra.
10. Convocar una Asamblea Nacional Constituyente, para que
refrende institucionalmente el contenido de los acuerdos
de paz y las reformas que requiere el país.
Colombianos:
en tiempos de dificultad e incertidumbre es cuando más
están en juego la imaginación y la creatividad.
Es el momento de aunar esfuerzos para que los intereses
colectivos prevalezcan sobre la barbarie y la atrocidad,
resultado de la degradación del conflicto armado.
En esta hora crítica, colocamos a disposición
del pueblo lo mejor de nuestros esfuerzos para lograr un
país en paz, con equidad y justicia social. Esa es
la magna tarea histórica que nos hemos impuesto y
esa es la expresión de nuestras profundas convicciones
democráticas y civilistas.
PARMENIO
CUELLAR B.
Gobernador de Nariño
GUILLERMO AL JARAMILLO
Gobernador del Tolima
FLORO TUNUBALÁ
Gobernador del Cauca
IVAN
GERARDO GUERRERO
Gobernador del Putumayo
PABLO ADRIANO MUÑOZ
Gobernador del Caquetá
JUAN DE . CARDENAS
Gobernador del Huila
Bogotá,
2 de Agosto de 2002.