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ANTE LA AGRESIÓN A IRAK IRRUMPEN LAS EXIGENCIAS DE LA PAZ Y DE TRATO HUMANITARIO EN TODO EL MUNDO

Alvaro Villarraga Sarmiento
Presidente de la Fundación Cultura Democrática

Los hechos de la guerra contra Irak que en el último mes conmovieron al mundo dejaron al desnudo que no se trató de una cruzada en beneficio de la paz y de la seguridad mundial, como la anunciaron sus impulsores, sino que respondieron a propósitos estratégicos norteamericanos, expresados en el propósito de desmantelar el sistema internacional de las Naciones Unidas, extender y consolidar su influencia en el oriente medio en detrimento de otras potencias y controlar los recursos petroleros de Irak. No obstante, se mantuvo la proclama de cobrar "venganza contra los terroristas", en alusión al atentado del 11 de septiembre de 2001, para seguir justificando la anunciada "guerra infinita contra el eje del mal" que ya cobra como víctimas a Afganistan y a Irak y fue lanza nuevas amenazas contra Siria y otros Estados.

Desconocimiento del sistema garantista de las Naciones Unidas:

Cuando Francia, Alemania, Rusia y China expresaron que no apoyarían que se votara en el Consejo de Seguridad de la ONU una guerra contra Irak, por cuanto este país facilitó las misiones de inspección y no se encontraron pruebas sobre armas de destrucción masiva, los Estados Unidos en contra del querer de la mayoría de los países del mundo, hecho manifiesto en las declaraciones de los No Alineados, de la Liga de Países Arabes y de numerosos estados de todos los continentes, se marginaron de los procedimientos establecidos en el sistema internacional y optaron por la decisión unilateral y sin fundamento de emprender la guerra con la participación de Inglaterra y con el lamentable y en verdad vergonzoso apoyo de países como España y Colombia.

Por tanto, se trata de una guerra ilegal ante el derecho internacional, ilegítima respecto del abierto rechazo que produjo por parte de millones de manifestantes en todos los países del mundo y, típicamente de agresión contra otro Estado, en la medida en que no existía ningún tipo de ataque al que se pudiera responder en términos de legítima defensa. Para la opinión mundial fue claro que la discutida Resolución 1441 no autorizaba la guerra y que ante la imposibilidad de imponer su voluntad, George W. Bush con apoyo de Tony Blair, decidieron imponer los intereses estratégicos de sus potencias y de los monopolios petroleros que representan, en abierto desconocimiento del sistema garantista de las Naciones Unidas.

Las consecuencias son particularmente graves y constituyen un precedente muy negativo en la situación internacional, puesto que luego de más de cinco décadas de construcción de un sistema mundial regulado por el derecho internacional público para la convivencia pacífica y para la resolución de los conflictos internacionales, se levanta ahora la perspectiva de su desmantelamiento, de forma que la humanidad quedaría expósita ante las disputas a campo abierto entre las potencias y se habilitarían las vías de hecho ente los litigios que sobrevengan entre los estados y las naciones. Y no se trata de una conclusión exagerada, puesto que en la prensa de Estados Unidos se discute abiertamente al respecto, de forma que funcionarios del gobierno norteamericano sustentan abiertamente tal opción, en beneficio de extender sin trabas los intereses económicos, políticos y militares en calidad de superpotencia hegemónica mundial. Al respecto, es ilustrativa la expresión de uno de los personajes más influyentes del Pentágono:

"El reinado de terror de Saddam Hussein está cercano a su fin. Se irá rápidamente, pero no solo: como ironía de su despedida, caerá junto con las Naciones Unidas. Bueno, no todas las Naciones Unidas. La parte de las "buenas obras" sobrevivirá, la burocracia del mantenimiento de la paz a bajo riesgo permanecerá, los charlatanes del Hudson seguirán con sus balidos. Lo que morirá es la fantasía de las Naciones Unidas
como pilar del nuevo orden mundial. Al buscar entre los escombros, será importante preservar, entiéndase de la mejor manera, las ruinas intelectuales del engreimiento liberal de garantizar la seguridad
mediante un derecho internacional administrado por instituciones internacionales." (1)

En tales circunstancias, lo sucedido a la luz de Carta de las Naciones Unidas se califica en su artículo 2 como un "acto de agresión y de quebrantamiento de la paz", dado que sus miembros están obligados a abstenerse "de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado". Así mismo, es contrario a lo dispuesto en el Capítulo VII de la misma carta, en el cual se establece que la acción en caso de amenazas a la paz, la determinará el Consejo de Seguridad, el cual hará recomendaciones y tomará medidas expresamente orientadas a "restablecer la paz y la seguridad internacionales". En consecuencia, lo hecho contra Irak no tiene ningún asidero, ni se atiene tampoco a la Resolución 377 de 1950, Unión pro Paz, la cual posibilita medidas colectivas en defensa de la paz y la seguridad mundial que pueden inclusive recurrir al uso de la fuerza cuando fuere necesario, pero dentro del procedimiento regular establecido y dentro del mismo propósito previsto. Además, resultó lamentable que no tuvo ningún eco en las mismas Naciones Unidas la propuesta de recurrir ante los graves hechos sucedidos en el contexto de esta guerra a lo dispuesto en los artículos 10 y 11, sobre el tratamiento que puede dar la Asamblea General en materia de recomendaciones y de resoluciones para la resolución pacífica de tal tipo de situación.

Se configuró entonces un crimen contra la paz, en su forma de guerra de agresión, lo cual fue proscrito internacionalmente a partir de la Convención de 1928, a la vez que contradice precisamente lo que el Tribunal Militar de Nuremberg definió al respecto, como bien lo expresó su fiscal norteamericano Robert Jackson: "el desencadenamiento de una guerra de agresión es un crimen que ninguna situación política o económica pueden justificar". Y que según otro fiscal de Nuremberg, Benjamín Ferenzc, constituye un grave crimen de carácter internacional: "… los eruditos Jueces del Tribunal Internacional concluyeron: El cargo del acta de acusación según el cual los acusados planearon y llevaron a cabo una guerra de agresión, constituye el cargo de mayor gravedad... Iniciar una guerra de agresión, por tanto, no es tan sólo un crimen internacional; es el crimen internacional supremo, que sólo difiere de otros crímenes de guerra en que encierra en sí mismo la acumulación de todo el mal de los restantes". (2)

Sin embargo, las preocupaciones en defensa del sistema universal son de mayor calado y de visión de más largo plazo, puesto que corren riesgo los fundamentos y los instrumentos no sólo del soporte de la ONU sino del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario, por cuanto como es conocido, los Estados Unidos no han suscrito ni ratificado un buen número de sus principales tratados, se opusieron en fechas recientes a los términos conseguidos en la Convención de Otawa sobre prohibición de las minas antipersonales, obstaculizaron la posibilidad de incluir en la Corte Penal Internacional la tipificación y la sanción al crimen de agresión, buscan ahora menoscabar el alcance y la aplicación de este valioso instrumento de lucha contra la impunidad a escala mundial y cerraron las posibilidades de aprobación de la Convención de Kioto sobre defensa ambiental ante el deterioro ocasionado por las grandes potencias. Así mismo, hacen eco abierto a la agresión y la ocupación que Israel ha hecho contra Palestina y las naciones árabes, de manera que de 65 resoluciones de las Naciones Unidas al respecto, Estados Unidos ha vetado 30.

Violación flagrante y sistemática al derecho internacional humanitario:

La guerra de agresión contra Irak propiciada por la alianza anglo-norteamericana, así como la forma en que se ha realizado, implica a la luz de lo estipulado en la Resolución 3 de 1946 la comisión de crímenes de guerra, de crímenes contra la paz y crímenes contra la humanidad. Compromete una acción sistemática, planificada y de comportamientos autorizados que violan las normas de la guerra, en particular para el caso lo estipulado para las guerras internacionales en el Protocolo I, adicional a los Convenios de Ginebra de 1949.

"Desde Washington se ha hecho una advertencia que subvierte todo el derecho internacional humanitario: en Irak las tropas estadounidenses no pueden evitar víctimas civiles; y más aún, los soldados están autorizados a disparar preventivamente contra niños, mujeres, ancianos y, por supuesto, contra cualquier iraquí que no levante las manos o les parezca un potencial agresor." (3)

En particular, por parte de las tropas agresoras se han presentado violaciones referidas al uso desproporcionado de la fuerza; a la transgresión del principio de distinción entre combatientes y no combatientes; la aplicación del terror contra la población; los ataques a civiles, bienes e infraestructura civil; las acciones de castigo y represalia contra pobladores; el hacer padecer hambre y sed a los habitantes de las ciudades como forma de sitio y presión militar; los ataques indiscriminados y en especial los bombardeos que están expresamente prohibidos cuando se prevé que ocasionan daños entre civiles y bienes civiles, el ataque a localidades no defendidas recurriendo a su destrucción, el ataque a civiles y medios de locomoción civiles por sospecha infundada, el ataque a hospitales e instalaciones y personal de carácter sanitario, el ataque a museos, sitios culturales, patrimonio histórico de la humanidad y lugares de culto que revisten también inmenso valor histórico y cultural, la puesta en riesgo y el ataque a periodistas y el ataque indiscriminado a sus lugares de residencia y de trabajo, la destrucción de las instalaciones de los medios de prensa y comunicación, la perfidia respecto a las ayudas humanitarias en tanto se realizan adscritas a propósitos militares, con armas ofensivas y en medio exigencias, amenazas y disparos contra los pobladores y la utilización abusiva y con exposición al escarnio público de los prisioneros de guerra.

Es bien significativo el mensaje contenido en la carta enviada al presidente Bush por un teniente coronel norteamericano, veterano en la guerra de Vietnam y en la actualidad obispo católico, con referencia a tal tipo de actuaciones: "Nosotros necesitamos cambiar nuestras costumbres. Librémonos de nuestras armas nucleares (unilateralmente si es preciso) y mejorará nuestra seguridad. Alterando drásticamente nuestra política exterior la asegurará. En lugar de enviar a nuestros hijos e hijas a todo el mundo para matar árabes de modo que podamos tener el petróleo que existe debajo de sus arenas, deberíamos mandarlos para que reconstruyan sus infraestructuras, proveerlos de agua limpia y alimentar a sus niños hambrientos. En vez de continuar matando diariamente a millares de niños iraquíes con nuestras sanciones económicas, deberíamos ayudar a los iraquíes a reconstruir sus usinas eléctricas, sus estaciones de tratamiento de agua, sus hospitales, y todas las otras cosas que destruimos y les impedimos reconstruir con sanciones económicas. En lugar de entrenar terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos cerrar la Escuela de las Américas. En vez de sostener las revueltas, la desestabilización, el asesinato y el terror alrededor del mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero que ella gasta a agencias de asistencia." (4)

Pero por fortuna para la causa de la paz y los derechos humanos no todo está perdido. La guerra de agresión contra Afganistán, hecho también injustificado y con móviles similares, contó con muy poca oposición dada la cercanía con los atentados terroristas ocurridos en Estados Unidos, pero en la actualidad, además de la diferenciación política tan marcada sucedida entre los Estados, se gestó un fuerte movimiento contra la guerra y por la paz. En Europa se popularizó el eslogan de no cambiar sangre por petróleo; en los mismos países comprometidos con la guerra de agresión millones de personas en manifestaciones multitudinarias exigieron que no se hiciera en sus nombres; la Iglesia Católica, la Iglesia Musulmana y muchas corrientes religiosas se expresaron en contra y el Papa Juan Pablo II intentó persuadir a los agresores e insistió en retomar el camino de las soluciones pacíficas, entre otras muchas expresiones de los intelectuales, los noveles de paz, escritores, artistas, organizaciones sociales y, con gran dinamismo, expresiones de los jóvenes de todo el mundo.

Así las cosas, la humanidad no parece condenada a una nueva fase de sometimiento, guerras y barbarie, sino que se juega la opción de seguir construyendo los soportes de una convivencia universal más equitativa, pluricultural, dotada de un sistema internacional garantista en un mundo cada vez más integrado en múltiples aspectos, pero respetuoso de los derechos de las personas, de los pueblos, de las naciones, de los demás seres vivientes y sosteniendo una relación inteligente y respetuosa con el medio natural.

Ojalá, superado pronto éste duro trance el Gobierno de Colombia entienda que no puede claudicar de una forma tan primaria e incondicional ante la ignominia, que la ayuda del Plan Colombia para la guerra interna que libra el Estado no puede sobredeterminar su política, que no cabe el envalentonamiento ante el espejismo de la destrucción militar causada en pocos días contra Irak, sino que comprenda que la solución de nuestro conflicto armado interno no tiene perspectiva en el escalamiento de una guerra, sino en la solución política y en la superación cabal sus reales causas y motivos. Entre tanto, es preciso también aclarar que el rechazo a la guerra arbitraria desatada contra estos países así como el rechazo a la guerra interna, necesariamente se ligan al rechazo absoluto al terrorismo, a la arbitrariedad y a los crímenes, como los que por infortunio se cometieron de forma masiva y contundente durante estos días contra las civilizaciones milenarias del oriente, pero que también de forma crónica, recurrente y extendida se siguen cometiendo contra la población colombiana.



1. Perlen, Richard, presidente de la Junta de Política de Defensa, órgano consultivo de El Pentágono, en "Gracias a Dios por la Muerte de las Naciones Unidas: su abyecto fracaso sólo nos ha traído anarquía y el mundo necesita orden", reproducido en www.derechos.org. agencia Nizkor.
2. En Declaración del Equipo Nizkor sobre la Ilegalidad de la Guerra de Irak desde el punto de vista del Derecho Internacional, Gregorio Dionis, director, 1993.
3. Camilo González Posso, "La Guerra contra el Derecho Humanitario", Indepaz, 1993.
4. Carta al Presiente George W. Bush, Robert Bowman, obispo de La Florida, USA, 2003.

 

 

 

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